lunes, 4 de agosto de 2014

¿Es la participación ciudadana una cuestión de fe?

Debemos entender como participación ciudadana el conjunto de acciones o iniciativas que pretenden impulsar el desarrollo local y la participación de los ciudadanos, integrándolos al ejercicio de la política y sus decisiones. Desde hace unos años, este término se utiliza de manera asidua en los ayuntamientos, comunidades y demás órganos de gobierno, que han
creado órganos específicos para ello. Creo sin duda que la participación ciudadana debe tener como fin último gobernar para y por el pueblo. Pero, ¿Cómo se consigue esto?. Con la llegada de la democracia y la financiación pública de los partidos políticos, estos trasladaron la representación directa que venían haciendo de los intereses ciudadanos a los sindicatos, organizaciones vecinales, ONGs... Esta situación en España, con la llegada de una crisis que dura más de siete años, empieza a ser combatida por sus gentes, quienes empiezan a reclamar una democracia más directa, estableciéndose distintos canales de participación, en un momento en el que caerá en picado la valoración que los españoles tenian de las instituciones, arrojando estadísticas con un 90% de desconfianza en los partidos y un 70% que reclamaba (aún a día de hoy) otra democracia. Casos de corrupción como los ERE, Gürtel, Bárcenas, Noos, Emperador, Palma Arena, Malaya... son solo algunos de los nombres más mediáticos de casos que han puesto sobre el tintero la necesidad de modificar la actual democracia y la participación que los ciudadanos tienen de las decisiones de sus gobernantes. Parece claro pensar que una decisión que es consensuada por el grupo social al que va dirigido no tiene más problema que ponerse en marcha. Pero, si esto es tan fácil, ¿porqué no ocurre?. Actualmente, cualquier decisión parte de un principio de representatividad que nuestra Constitución otorga a los poderes públicos que son, a su vez, los democráticamente elegidos. No confundamos erróneamente, a mi juicio, el artículo de la CE que dispone "la soberanía reside en el pueblo" como un canal de legitimación de nuestras pretensiones en esta materia, porque al fin y al cabo el mismo precepto termina diciendo "de donde emanan los poderes del Estado". ¿Es con la elección de los gobernantes donde termina nuestra participación?. En la gran mayoría de los casos las decisiones de los poderes públicos son tomadas de forma unilateral, sin tener en cuenta a los afectados por esta decisión, ni tan siquiera a asociaciones o grupos de personas que conocen de primerísima mano la cuestión que es objeto de modificación, cuando no de nueva regulación. Olvidan hasta que deben legislar y tomar decisiones para todo el conjunto de la población y no para sus electores y simpatizantes. Pueden ser un motivo de la sordera política los intereses partidistas y/o económicos. Los poderes públicos van reformando su entendimiento de participación ciudadana a regañadientes y así, a pesar de que en algunos ayuntamientos como el de Huesca, está cada vez más cerca de hacerse realidad, no es extraño que una cosa tan sencilla como acudir a un
F.Javier Moreno

pleno municipal y grabarlo, se termine convirtiendo, no en pocas ocasiones, en fuente de conflictos. ¿Acaso grabar un pleno no es parte de la participación ciudadana?. Para mí no hay género de dudas, la participación comienza con el conocimiento de los vecinos de los asuntos que su ayuntamiento se lleva entre manos, teniendo la posibilidad entonces de trasladarlo o darlo a conocer al resto de sus vecinos. ¿qué medidas deberían adoptar las administraciones en este asunto? Aunque con mejoras, respecto de lustros pasados, la participación sigue teniendo por delante un gran camino. Los ayuntamientos deberían tener en cuenta, en cada decisión que toman, la opinión de aquellos que van a verse afectados por sus decisiones, garantizándose a partir de aquí, no solo su eficacia, sino la aceptación al recoger los puntos que inquietan o incomodan a sus vecinos. Sin embargo, la administración no dispone de medios suficientes para este tipo de procesos, pues con una excesiva burocratización de todos los asuntos en general, esto sería un impedimento a expedientes y tramitaciones que, de por sí, duran meses, incluso años. Pero no es solo cuestión de la administración, también los ciudadanos nos despreocupamos de asuntos cotidianos que, aunque "siendo cosa de políticos", no podemos abandonar hasta pasados cuatro años. Nuestra participación debe consistir en algo más que en ir a votar y existen mecanismos para ello que debemos explotar al máximo (agrupaciones vecinales, mareas, grupos sociales...) En esta cuestión he querido contar con la opinión de F. Javier Moreno, Presidente del Barrio María Auxiliadora. Para él, la participación ciudadana es un derecho que a veces es mal entendido por quienes pueden y deben usarlo, pues no es extraño que gran parte de ciudadanos no se impliquen en asuntos que consideran que no les afectan, alzando la voz sólo cuando es demasiado tarde y de manera poco productiva. Pero, según F. Javier, algunos políticos también tienen culpa al pensar que la participación ciudadana se circunscribe a etapas electorales. En resumidas cuentas "la participación ciudadana es un derecho, pero también un deber de todos. Un derecho voluntario a tomar parte en las decisiones pero también  un deber como ciudadano para contribuir a la construcción social", dice convencido. Cuando le pregunto el porqué de la poca implicación ciudadana,no duda en responderme: 
"para participar hay que destinar tiempo, esfuerzo, hay que entender el hecho, analizarlo objetivamente, escuchar a los agentes con espíritu crítico pero colaborativo, hay que dejar de hacer otras cosas más satisfactorias y dedicar esfuerzo a asuntos colectivos y no todo el mundo está dispuesto", concluye.  Pero, ¿es cuestión de tiempo o de mentalidad?


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